DÍA DEL ÁRBOL EN LA ESCUELA Nº 657

29.08.2011 20:57

 

29 DE AGOSTO: DÍA DEL ÁRBOL (en Argentina)

Recordamos el Día del Árbol en la Escuela Nº 657.Los invitamos a ver fotografías en: www.facebook.com/media/set/?set=a.212737038782146.57055.100001375540577&type=1

Y compartimos este cuento escrito por ecoguardianes de sexto año "A" :

 

   Sucedió una vez en un pueblo llamado Pampa del Infierno.

   Estaba terminando el invierno y algunos árboles comenzaron a pintar las veredas, los patios y las plazas con sus colores.

   Como siempre ocurría por allí, los primeros en florecer fueron los lapachos, la gente los admiraba y decía: -¡Qué bellos!, ¡Qué hermosas flores! Ni siquiera barrían las veredas porque les encantaba verlas tan vestidas de rosado y chispitas amarillas, esas que se pueden ver cuando se mira muy bien la flor de esos árboles.

   Fue así como los lapachos comenzaron a sentirse adorados y se llenaron de felicidad y de orgullo.

   Entonces Martincito, un lapachito muy joven y adorable, que atraía a las personas que pasaban por la zona donde él vivía (porque era aún muy chiquito pero estaba lleno de flores), tuvo una idea y la propuso a los lapachos mayores: “Nosotros deberíamos ser nombrados árboles preferidos de este pueblo!¿No les parece?

   -Está muy bien la idea –dijo uno de los lapachos mayores- porque realmente somos los mejores, los más hermosos e importantes, cuando todo está gris y seco nosotros les damos flores, y aún falta tiempo para la primavera.

    Entre lapachos altos y bajos, jóvenes y ancianos, florecidos y sin hojas, todos decidieron que ellos eran “los árboles del pueblo”, así como la flor del ceibo es la flor nacional, y la flor del palo borracho la flor chaqueña, todo lapacho sería ¡ÁRBOL DE PAMPA DEL INFIERNO!

   El viento, que era muy chismoso y había escuchado todo, le fue a contar a todos los otros árboles que había en Pampa; también le contó a la lluvia, y ella le contó a los bichitos que estaban escondidos del  viento en lugares extraños…Pronto todas las plantas y animales lo sabían, menos las personas, que no saben escuchar bien al viento ni a la lluvia.

   A los otros árboles no les gustó la noticia; los paraísos, algarrobos, eucaliptos, jacarandaes, ceibos y los palos borrachos, todos se enojaron. A las margaritas les dio mucha risa lo que sucedía, pero pronto se asustaron porque la situación se puso peligrosa, los árboles enojados , de tan enojados, ni siquiera dejaban que los pajaritos hicieron sus nidos en ellos, no florecían y le pedían al agua, al cielo, al viento y a hasta al fuego, que los lapachos tuvieran algún castigo por ser tan vanidosos. Por eso la lluvia y el viento se sintieron culpables porque ellos les habían llevado el chisme y se preocuparon mucho al verlos dispuestos a pelearse y a hacer otras cosas que tampoco estaban bien. Para tranquilizarlos comenzaron a hacerles cosquillas para que se calmen, pero ni las frescas gotas, ni la suave brisa moviéndoles las hojas los tranquilizó.

   Los algarrobos comenzaron a decir que ellos debían ser los árboles del pueblo, porque además de todo lo que daban, también ofrecían alimento a las personas, los ceibos quisieron hacer valer aquello de que su flor era la flor nacional y debían ser tenidos en cuenta, pero eran muy pocos y nadie los escuchó, lo mismo les ocurrió a los palos borrachos…Las discusiones iban y venían y de tanto pelear, y tanto sentirse mal unos con otros, tratando de mostrar cuál era el que merecía ser árbol del pueblo, fueron perdiendo sus hojas, enfermando de rencor y tristeza.

   A los lapachos al principio no les importó nada, ellos eran aún más deslumbrantes entre aquellos árboles descoloridos y enfermos de envidia, pero un día comenzaron a notar que la gente ya no los miraba a ellos al pasar, sino que se detenían y observaban lo mal que estaban los otros árboles… 

         

           -Es septiembre y los paraísos no tienen flores, ¡extraño el perfume que llenaba el aire!

    -Y los pajaritos, ya no pueden protegerse de la lluvia en estos árboles deshojados.

     -Y ya no tenemos la sombra que teníamos antes…

     -Y el aire no es tan puro porque casi no quedan árboles sanos que nos den oxígeno…

     -¡Y el viento! ¿Quién detendrá al viento? Estos árboles están  todos enfermos…

     -¿Qué pasa con los árboles? ¿Cómo podemos sanarlos para que vuelvan a estar como antes?

 

     Ningún comentario había sobre los lapachos, entonces Martincito dijo: -Parece que no fue buena idea esto de ser los árboles preferidos…

     Lo que no es bueno-dijo el Sol-que finalmente decidió intervenir, es que se crean mejores que los otros, y tampoco es bueno que los otros se sientan mal porque ustedes se creen mejores, Dios nos hizo a todos valiosos, diferentes, pero no hay nadie que valga más que otros, eso de recibir premios y  títulos es un invento de los hombres, que nosotros no necesitamos…

     -¿Y ahora qué hacemos?- Dijo Martincito.

     -Fácil- contestó el Sol- reconozcan que estuvieron mal, pidan perdón y den gracias a Dios porque hará que todo vuelva a estar bien, y que sea pronto, porque la gente cada día respira un aire más impuro…

     Los lapachos así lo hicieron y, en poco tiempo, todo volvió a la normalidad, los otros árboles también reconocieron que habían estado mal y entre todos comenzaron a vivir más unidos, sin buscar quién era mejor que otros, buscaban juntos cómo ayudarse entre todos para tener la posibilidad de disfrutar más y dar a los animales y a las personas la posibilidad de estar más seguros y más cómodos…

     Si alguna vez andas por Pampa del Infierno en el tiempo en que los lapachos florecen, cuando pases bajo sus sombras sentirás la paz de un árbol que muestra su hermosura no para ser  más lindo que los otros, sino para ofrendar su color, su olor  y su sombra a la vida…

            (Martincito es real, puedes verlo en el predio del ferrocarril)

 

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