Cerebros muy vulnerables
La exposición a los insecticidas puede ser problemática para cualquiera que viva cerca de las zonas agrícolas, pero lo es más durante la gestación debido a que el cerebro del feto en desarrollo es más vulnerable que el de los adultos.
Para los expertos, la exposición intrauterina a la neurotoxicidad de estas sustancias durante el desarrollo temprano puede distorsionar los procesos de desarrollo estructural y la señalización neuronal, produciendo alteraciones en los mecanismos de excitación e inhibición que regulan el estado de ánimo, el aprendizaje, las interacciones sociales y la conducta.
"En ese período gestacional de desarrollo temprano, el cerebro está desarrollando las sinapsis –las conexiones entre las neuronas–, donde los impulsos eléctricos se convierten en neurotransmisores químicos que saltan de una neurona a otra para transmitir mensajes. Su formación es muy importante y puede que estos plaguicidas afecten a la neurotransmisión", sostiene Irva Hertz-Picciotto, investigadora principal de la institución norteamericana en declaraciones recogidas de nuevo por
Sinc.
Los científicos hacen hincapié en la importancia de la nutrición de la madre durante el embarazo, en particular el uso de vitaminas prenatales, para reducir el riesgo de tener un niño con autismo.
Contaminación en ciudades y autismo
En junio de 2013, otra investigación, realizada en la Harvard School of Public Health (HSPH) de Estados Unidos, reveló que las embarazadas que viven en zonas urbanas muy contaminadas tampoco están libres de padecer un riesgo aumentado de tener niños con autismo.
Según este otro estudio, la contaminación del aire durante el embarazo puede doblar dicho riesgo, si se compara con el peligro que corren gestantes que viven en áreas con escasa contaminación.
Según la
HSPH esta otra investigación constituyó el primer análisis nacional a gran escala de la relación entre autismo y contaminación del aire en los Estados Unidos.
Otros riesgos para gestantes y descendencia
En 2013, un
estudio de la Universidad de Granada (España), reveló que las mujeres almacenan en su organismo niveles de un derivado del organoclorado DDT (el DDE, el metabolito más persistente de este pesticida) que los hombres (prácticamente el doble).
Dichos niveles de contaminación no afectarían sólo a la salud de la mujer, sino también a la de su descendencia, advirtieron los investigadores de la UGR. De hecho, se han relacionado con diversos efectos en salud evidenciables al nacimiento (como malformaciones en el tracto genitourinario) o, más tarde, durante la vida adulta de sus hijos (obesidad, alteraciones neuroconductuales).
Por último, en marzo de 2013, otra
investigación de la Universidad de California Davis (EEUU) reveló que las niñas expuestas a altos niveles de DDT cuando aún estaban siendo gestadas en el vientre de sus madres eran tres veces más propensas a sufrir hipertensión en la edad adulta.
El DDT es un compuesto organoclorado incoloro y cristalino muy usado hasta los años ochenta como insecticida y plaguicida. Después llegó su prohibición (incluso en España), pero como fue un compuesto originalmente diseñado para ser muy resistente a la degradación, aún sigue presente en el medioambiente y en la cadena alimentaria. Eso sin contar que aún se utiliza para el control de plagas en ciertos países, como Marruecos o Sudáfrica.