¿Sabes lo que comes?

03.11.2013 19:40

Soja y maíz TRANSGÉNICOS. Son tantas las hectáreas que tienen sólo diez empresas semilleras y agroquímicas productoras de OGM, que si las sumáramos y se decidiera con ellas formar un nuevo país, éste sería el país más grande y poderoso del mundo.

En la práctica, se descubre que los transgénicos no han sido modificados para hacerlos más baratos y ricos en nutrientes, sino que cada día están más sospechados y relacionados con alergias, enfermedades del sistema inmunológico, nervioso y endocrino y otras patologías.

Los alimentos procesados están llenos de rellenadores transgénicos (para abaratar) identificados como “anti nutrientes”, como ser: lecitina de soja; edulcorantes (como el jarabe de alta) o fructosa, proveniente del maíz. A su vez,  son responsables, entre otras cosas, de altos índices de obesidad y diabetes.

Se duplicó la producción mundial de transgénicos (para terminar con el hambre mundial), y el hambre continuó su avance arrastrando consigo la biodiversidad. De 1.000 variedades de Papa, quedan 4; de 7.000 tipos de Manzana, quedan 5; el 97%  de variedades vegetales se extinguió; desaparecieron los pequeños productores independientes y, en la India, se suicidaron más de 200.000 productores desesperados porque no podían pagar las semillas patentadas.

Los cereales han aumentado su producción en cantidades mayores que los animales. Las vacas quedaron hacinadas en los feedlots, los cerdos en galpones de engorde intensivo y los pollos en cámaras oscuras de crecimiento acelerado.

Consecuencias:

La carne de hoy es más rica en grasas saturadas y antibióticos, hormonas, vacunas, fungicidas…... Avanza la obesidad, el cáncer, los problemas cardíacos, la infertilidad y una larga lista de etcéteras. No hay sociedad que esté exenta de sufrir las consecuencias.

¿La humanidad tiene fecha de vencimiento oculta en cada tiquete de supermercado?

Hay quienes ven en el colapso de estos sistemas de producción, el inicio del único cambio posible. Barajar y dar de nuevo para recuperar las pequeñas producciones locales independientes, redistribuir el consumo global en forma  equitativa y en beneficio de las personas y los ecosistemas.

Así como estamos hoy y, en el tiempo que toma leer esta nota, siete mil personas nacerán sin saber qué comen, cuál es su origen y el proceso que atravesó antes de llegar a su plato; consumirán y consumirán sin saber  que, en cada comida, juegan a una injusta ruleta rusa implacable en el tiempo.

 Fuente: Correo de Víctor Fabbroni

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